En todo el tiempo que llevo dando clases de música, han sido una constante las preguntas ¿y cuánto dura el curso?, ¿cuánto tiempo me va a llevar tocar jazz? La respuesta siempre les cae de peso: depende de cuanto tiempo estudies todos los días y de que tan concentrado puedas estar en ese tiempo. Muchas veces me responden, ¡no, digamos que me esfuerzo y le dedico una hora diaria! ¿en cuánto tiempo voy a tocar como Methyny? y, en ese caso, desafortunadamente la respuesta es, así ¡nunca!
Vivimos en un mundo en el que cada vez más se impone la prisa, tenemos la sensación de que el tiempo no nos alcanza para nada, queremos ser atendidos rápido, queremos llegar pronto, hacer poco y lograr mucho, y esto lo podemos ver claramente en los avances en la computación, la tendencia es, velocidad de respuesta y capacidad de almacenamiento, pero si echamos un vistazo y somos un poco analíticos, podremos ver que en el mundo los artistas de alto nivel en realidad escasean y en todos la constante es: la intensa dedicación a su trabajo. Esto lo podemos comprender mucho más fácilmente si vemos como se logra un deportista de alto rendimiento. ¿Quién dudaría que un medallista olímpico tuvo que entrenar muchas horas, todos los días, durante un largo periodo de tiempo?, con entrenadores de primer nivel y usando toda la tecnología de punta que tuviera a la mano. Por qué entonces pensar que un artista no tiene que esforzarse de esa misma forma.
El error principal que inclina a la gente a pensar así, consiste en la tendencia a pensar que el artista es un inadaptado, reventado y bohemio sin remedio, tal vez este criterio inspirado en biografías como la de Charlie Parker, pero esto, ni es común a todos los artistas, ni quita el hecho de que aún con una vida con excesos grandes artistas como Parker, dedicaron buena parte de sus vidas al estudio intenso y cuidadoso de su oficio. Un ejemplo de esta disciplina de toda la vida es Joan Miro, el genial pintor vivía prácticamente metido en su estudio trabajando y todo esto en medio del franquismo, es decir, muchos grandes artistas sí tienen vidas de excesos, pero también está los artistas que viven de una forma ordenada y disciplinada y ¡todos! los que logran grandes niveles tienen una gran devoción por su trabajo sin importar en que ocupan su tiempo libre.
Ahora, otra cosa que veo comúnmente es que un gran número de los interesados en obtener nivel como músicos quiere estudiar cosas de alto nivel y muchos profesores tienen felices a sus alumnos dándoles materiales que les dan la sensación de estar estudiando cosas de altos vuelos, pero inevitablemente esto lleva a la frustración pues en la mayoría de los casos los estudiantes se han pasado por alto lo más importante, los rudimentos. De nada sirve saberse patrones de Pat Martino de memoria si cuando intentan improvisar se salen de la armonía constantemente.
Los rudimentos son los cimientos sobre los que se construye el gran nivel y si estos son débiles, al querer ir mas allá, lo construido se derrumba. En la improvisación, específicamente, los rudimentos son lo que usamos como generadores de melodías: escalas y arpegios, y estos últimos son básicos para obtener un resultado armónico melódico satisfactorio. Es necesario estudiar cuidadosamente por horas y horas escalas y arpegios, sin dejar de lado el estudio de solos de grandes intérpretes, sin olvidar la transcripción, el análisis y el estudio metódico de la armonía, pero si nuestras escalas y arpegios no están en excelente grado de desarrollo tarde o temprano sentiremos un freno, tendremos la clara impresión de que por mas que intentamos subir nuestro nivel no lo podemos lograr y esto es simplemente porque nuestra formación está incompleta en la base y esto sólo se soluciona regresando al estudio cuidadoso de los rudimentos.